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Reflexiones, poemas, escorzos de vida, fe de lecturas, noticias de amigos... No pretende ser un desahogo, más bien un diálogo. Un demorarme en el resplandor de nuestra existencia. Y en su literatura.




sábado, 31 de marzo de 2012

Ocho poemas breves



Y de repente las palabras
sueñan que son tu vida.

******

Dejadme leer,
dejadme soñar.

Callaos. Escuchad.

******

Sol, su destello
en la memoria, niño
dentro del agua.

******

Vivir es
vivir,
sin querer ir
a ninguna otra parte.

******

Las lágrimas lavan
y hacen más nítida la mirada
del alma.

******

¿Puede contemplarse un almendro en flor
y que la vida siga como estaba?

******



Los libros y la luz
nos dejan entrever la vida.
Brillos y signos,
signos de brillos donde contemplo
ese viejo lenguaje de amor
por el que vivo.

******

La poesía es
esa transparencia
que nos permite ver la vida
como realmente es.

viernes, 30 de marzo de 2012

Lo mejor




¿Qué es lo mejor?
¿La flor más hermosa
o el más perfecto poema?

¿Qué es lo mejor?
¿La felicidad de unas olas
o la de unos chopos amarillos?

¿O seguir vivos
en la mirada de quien nos ama?

¿Qué es lo mejor?
¿Estos días de sol y libros
o los sueños
que nos redimen de la vida?

¿Esta música de violín
o quizá la luz
donde nace la belleza
y la verdad de las cosas?

¿Qué es lo mejor de este deseo
que ronda al alma?
¿Qué es su poesía?

jueves, 29 de marzo de 2012

Feisbuquerías por aquí y por allá (y II)



El sol, los aspersores (la brisa jugando con la luz y con el agua), el olor de la tierra húmeda, los viejos pinos de la infancia y las primeras flores del almendro. No me canso de contemplarlo todo, de respirar mi vida más a fondo. Y sigo aquí, de donde vengo.

¡Qué delicia es el poema al que se le ve el alma! Esas palabras, ese canto que se desprende del tiempo y del espacio para que yo te vea eterna de amor y de luz y de calandrias. Y voy leyendo despacio tus labios, cada vez más despacio; así como tu mirada femenina de llama, que me ama como soy, tan miope y náufrago.

La encuadernación y tacto de un libro condiciona completamente la lectura. Sin querer frecuentas más esos cálidos volúmenes, y me atrevo a decir que muchas veces prescindiendo del autor y título. El libro como caricia, en su pura materia.

Uno no acaba de estar cómodo en el exceso de uno mismo.

Hablar de libros, y mirarte, hablar de los colores, y mirarte, hablar del cielo, y mirarte, hablar de la alegría, y mirarte... Y luego, en silencio, seguir mirándote durante toda mi vida.

Antes de escribir las cosas, incluso antes de pensarlas, antes, mucho antes, es necesario soñarlas.

Amo, luego existo. Cuanto más amo más consciente soy de mi esencia, y por lo tanto de mi existencia, de mi vivir cotidiano. En el amor es más lúcido mi pensamiento, y se me hace evidente la certeza del alma (sin ninguna duda), y la más que urgente necesidad vital de la poesía.

Una visión de lo que las palabras nos dejan intuir: una realidad muy distinta de la que vemos. Una realidad más real de la que creemos ver. Vivir es saber distinguir.

Vivimos demasiado obsesionados por las palabras (empezando por mí). En exceso verbalizados y desvividos. Lo digo de verdad, echo mucho de menos un poco más de vida-vida, de sol(edad), de silencio reflexivo. En toda su extensión de sosiego. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién se calla el primero?

Veamos. Si yo dejara de escribir, ¿qué pasaría? Os lo aseguro: nada. (Y contigo ocurriría lo mismo).

‎(Postal para mi sobrino Antonio, en su 23 cumpleaños) ¡Voto a Bríos que la felicidad es posible! No desmayes jamás, empuña con fuerza la espada, digo el alma. Combate con arrojo, sin miedo. El enemigo no ceja, cuida sobre todo de esas tretas oscuras que le caracteriza, esas escaramuzas por la espalda, a traición. Mantente sereno en medio de la pelea. Respira, arremete, esquiva. ¡Malditos! Levántate raudo, con toda esa fuerza que tienes. El amor es tu valor y es tu escudo. ¡Adelante, adelante! No temas a nadie. Esa espada tuya -esa alma- está bien templada en la fragua de Dios, en ese fuego. Pero, insisto, no te fíes. Ándate con mil ojos, y que sepas que en esta batalla nunca estás solo. Y felicidades por tu bravura, por esa entereza.

Llevo todo el día buscando unas pocas palabras. Para que, con sólo mirarlas, me digan lo que siento.

Con el correr del tiempo necesitamos, cada vez más, la ternura y el vislumbre de la poesía. La aventura se torna más y más introspectiva, o interior, que duda cabe. Ya no nos conformamos con el arte o con la literatura, nos urge el alma, tal y como es.

Me encanta acostarme con mis sueños.

Cuántas veces me lo habrán dicho: "Piensas demasiado", "lees demasiado". Pero tranquilos, de momento sigo en mis cabales.

Mira, te lo explico. Cada palabra es tan alta como una montaña, o tan profunda como un abismo. Se unen entre sí en una geografía donde el alma se reconoce, donde la mirada no pierde ocasión de amarte. Eso es para mí la poesía.

El corazón es el centro de la única razón que nos puede cambiar de raíz la vida. El corazón, donde cada latido es un impulso hacia lo amado, hacia la única verdad de nosotros mismos.

Tengo que decirlo, debo escribirlo: ¡Qué privilegio tan enorme supone para mí ser el padre de mis tres hijos! ¡Qué honor -y qué amor- el poder compartir sus vidas y sus sueños! Me siento muy feliz en medio de esta ternura tan formidable. Son agotadores, es cierto, pero yo no lo soy menos, y la vida junto a ellos se transforma en algo más grande.

Sin Dios, con Dios. En su búsqueda o en plena huída. Esa es la cuestión, por más que divaguemos.

Produce inusual regocijo el hecho de que uno de tus hijos lea alguno de los libros que has leído. ¡Qué misteriosa relectura de la vida y del amor que la hace posible!

miércoles, 28 de marzo de 2012

Feisbuquerías por aquí y por allá (I)



No sé cómo salir de mí mismo, no acabo de encontrar la salida para pensar más -mucho más- en los demás. Sabiendo que eso es lo crucial. Y me muevo en una constante espiral de buenas intenciones y justificaciones y palabras, infinidad de palabras. ¿Cómo diantres se sale de aquí, de semejante yo, tan narcisista como peliagudo?

Leer, ¡bendita felicidad! Sentado donde siempre, pero viajando por las estrellas rumbo a un inquietante y desconocido destino del universo. La misión casi es tan peligrosa como la vida. Te remueves en el sillón de mando de este crucero de combate. Rob, el capitán, te deja entrar en el puente, para conversar, sin más. Y asistes extasiado al placer de lo infinito, y a los ojos de Sally, no menos misteriosos. ¿Qué nos encontraremos al final de este viaje? Y vas pasando las páginas, adentrándote en lo más recóndito de tu ser, quizá sin saberlo. Leer, ¡bendita felicidad!

En ese punto de inocencia típico de la infancia radica mi visión del mundo y de la poesía.

En ocasiones el amor se queda en silencio y necesita estar solo. Para pensar en todo, o para no pensar en nada. Contemplando las cortinas o las plantas o el sillón tapizado de raso. Separarse un poco para acercarse luego mucho más adentro. En completo silencio ser más consciente de ese amor que ahora pasa a tu lado y te mira y te dice: "Deja ya el libro, vámonos a la cama".

Dios nos quiere, ¿os dáis cuenta? Por eso me emociona tanto la Poesía. Cuando uno se toma a Dios en serio -el Amor no es ninguna broma- la visión poética de la existencia viene por si sola.

Quisiera leer tantos libros que caigo en la cuenta de que leo apresurado, atragantándome de palabras, sin reflexionar el alma en cada verso o línea; ansioso de curiosidad, de páginas... Para en seguida ir a otro libro, a otra historia. ¡Qué mal hago! ¡Que funesta manía! Alto pues. Despacio, con mimo e inteligencia, como si fuera el único libro -o el último- que fuera a leer en mi vida.

Vida en familia. Todo ese cúmulo de naderías sin las que no podrías vivir. Apuntes de felicidad, toda esa ropa limpia, el amor en el pasillo, la casa llena de libros y esas dichosas filtraciones de agua. Vida en familia: el aperitivo, las facturas, los besos, la basura, ¿quién llama?, la ternura en zapatillas, la música, y a veces esos embites de tristeza o apatía. Y esas miradas, y las fotografías, y esas patatas fritas o palomitas viendo una peli.

En ocasiones se desperdicia el alma entre las manos y entre los días. Y te vas quedando vacío, como en un desahucio, sin volumen espiritual que afronte la tristeza, sin tacto para la caricia. Se te va el alma en esa mirada oscura y absurda en la que no se te ha perdido nada. Te quedas sin nervio, como ido. Deshabitado. ¿Ves?, se te va el alma por el cuerpo. Oh, pobre necio, sientes las palabras mudas, incapaz de remontar el caudal de su significado. ¿Dónde está el alma? ¿Dónde su música? Desmenuzas la luz y su presagio. Pones su resplandor entre tus ojos. Algo habrá, tiene que estar por aquí cerca. O por aquí dentro… De repente la intuyes. Mientras haces la cama y sacudes las sábanas. Y las almohadas recobran su forma. Está de nuevo en ti, en esa breve oración que rezas.

No tengo ninguna duda sobre ello. Lo mejor de todo está por llegar.

Llegará un momento en que ya no sabré contar nada nuevo. Y os dejaré en paz a todos.

Lo peor de un poema -¿o es lo mejor?- es que hay que expresarlo con palabras.

Sentado en un sillón de mimbre pintado de blanco. Adolescencia y verano. La casa en silencio. Tiempo sido, pero no ido. De pronto una música danza por los pasillos, cuartos y escalera. Una música que sale al jardín donde yo estaba, y donde estaban las rosas. Amarillas, rojas y blancas. Aquella música de Pachelbel -“Canon”- me conmovió hasta la poesía. Y me emociona todavía, cada vez más nítida y sublime, más yo, más mía.

No soy nada épico, sólo hay que conocerme un poco. La oda del gozo me la guardo, o no me es tan preciso describirla (cuando soy feliz feliz, pocas veces se me ocurre ponerme a explicarlo, estoy siendo feliz, y basta). Me tira más la elegía y el himno, haciendo hincapié en el sustrato lírico de la existencia. Pero no os podéis imaginar cómo añoro lo bucólico, esa quimera pastoril con mi dama. (Yo creo que de ahí me viene ese gusto por las mejores novelas románticas).

Si me empeñara en ser vil -y pasara de largo por mi alma- pudiera ser que me fueran mejor las cosas. Pero jamás podría ser feliz.

Las algaradas callejeras son una forma más de no hacer nada.

Confieso que siempre he sido un poco vago para eso de discutir sobre nada.

martes, 27 de marzo de 2012

Lorenzo Fernández-Giro (1926-2010)



No he conocido otro como él. Generoso
hasta el extremo de ser invencible.
Se adelanta a lo que piensas, viene, llega,
sonríe y dice: “Déjame a mí”.
Un hombre así no desaparece, es imposible
que se vaya de tu alma.
Un hombre así te quiere y es inmortal.
Se bate cuerpo a cuerpo con lo que sea.
Tiene coraje, tiene agallas, tiene fe.
Un hombre así no dice muchas palabras. Actúa.
No habla de amor. Ama. Se da.
Conoce a los hombres y conoce a Dios,
y sabe que lleva las de ganar.
Reza con todo su ser. Yo lo sé.
Sólo hay que observarle
con detenimiento el corazón mientras vive.
Por eso no desfallece. Y si desfallece
sigue insistiendo, persevera en la vida, dando la cara
y el alma por los que quiere.
Dando la cara y el alma por lo que cree justo.
Inútil disuadirle de que descanse, de que espere...
No admite razones. El amor hay que darlo cuanto antes.
El amor no puede esperar, se necesita
para respirar, para curar las heridas.
No he conocido a nadie que se afane tanto por los demás.
Y eso le hace extraordinario.
Su vida es un sacrificio
que no tuerce el gesto, ni critica, ni presume, ni se excusa.
He ahí un hombre. Lorenzo. Un hombre, digo. Entero.
¿Escucháis bien? Un hombre que admiro
y al que, mientras yo viva, no puedo dejar morir.

lunes, 26 de marzo de 2012

Lo que queda del tiempo




En silencio pienso
en aquella rosa que pintó el Greco.
Y en la primera vez que besé
unos labios.

Y una larga tarde de agosto
leyendo a Gabriel Miró
debajo de un sauce.
Y la acuarela
que dejaba la lluvia en el aire.

Y siempre la poesía
y el rumor de las hojas
y la luz del cielo.

domingo, 25 de marzo de 2012

Detrás de esos libros




¿Qué libros habrá detrás de esos libros?
¿Qué memoria, qué esperanza, qué signos?
¿Qué sueños le quedarán a mi vida?
¿Será posible el amor y el poema?

¿Qué libros habrá detrás de esos libros?
¿Qué misterio esconderá su mirada?
¿Será ya eterno el secreto del tiempo
donde leo, donde amo y donde vivo?

sábado, 24 de marzo de 2012

¡Cuántas razones para el optimismo!




¡Cuántas razones para el optimismo! Aunque no lo parezca. Mil motivos para la esperanza. A raudales. Vidas cotidianas de las que no sabe nadie, vidas heroicas y sensibles y buenas. Gente alegre, sobria, y sencilla. Hay más luz que sombra, más amor que odio. Y mirad la inmensidad del cielo, o la de un verso, o la de una sonrisa. Mirad con atención la vida, en su demora infinita, en ese detalle concreto. Lo que sea, amigos, lo que sea. Sobran ejemplos para ese optimismo, para esa esperanza. Pero debemos aprender a mirar, a fijarnos. Ahora mismo acabo de ver un reflejo de luz en el aire, y un poco antes estaba leyendo un poema de Juan Ramón Jiménez (“Cada hora mía me parece / el agujero que una estrella / atraída a mi nada, con mi afán, / quema en mi alma”).

Esta vida nuestra, ¡cómo cuesta! Pero en su esfuerzo adquiere virtud, y belleza. Y fortaleza. La virtud de la belleza, el don del gozo y de la mirada. Tomemos nota de todas esas razones para el optimismo, para esa felicidad ansiada. No dejo de contemplar, de sentir, de agradecer. Esta misma mañana he dado gracias a Dios por un beso inopinado, y por el color intenso de un zumo (he bebido su color más que el zumo). Pequeñas cosas, su roce… ¡Tantas y tantas maravillas! La vida, por favor, miradla. Esas manos, esos labios, esos rododendros y orquídeas, y esas obras de arte que dan fe del alma. Ese amor que se posa en su espalda, y esa profundidad de la ternura. Mirad, mirad, no os perdáis los juegos de esos niños, y los brillos, y la pintura de Pissarro y la esperanza que se recoge en el regazo de aquella madre.

Abruma la dificultad, y sobre todo la pesadumbre, que puede que nos avinagre un tanto el carácter, y nos quite la paz y nos haga prescindir de la paciencia. Pero no puede ser que todo nos parezca tragedia e infortunio. No puede ser, y no lo es. Levantemos el corazón, y los ojos. Más arriba, más y más alto. Más aún, ayudándonos los unos a los otros, en esa dinámica de amor que caracteriza al hombre por encima de cualquier otra cosa. Dejemos de lado las constantes quejas, o insultos, o miedos. Sintamos en el corazón lo bueno, en esa percepción del abrazo de Dios, y de la verdad, y de lo bello. Para ello es preciso afanarse en los sueños y en la vida interior (sólo amor). Y en la mirada. La felicidad no debe pasarnos desapercibida por más tiempo. La tenemos justo ahí, ahí mismo, al alcance de nuestra propia biografía.



(Pintura de Camille Pissarro, "The Hermitage at Pontoise", 1868).

viernes, 23 de marzo de 2012

El libro de la vida





La vida o los libros.
La vida y los libros.
La vida
con los libros.

La vida, los libros.
Los libros, la vida.
Vivir los libros,
leer la vida.

¿Una vida sin libros?
¿Unos libros sin vida?

Los libros están vivos
y la vida es un libro.




(Pintura de Iman Maleki, "Womens of Hafez" -detalle-).


jueves, 22 de marzo de 2012

Encuentro



Ha sido repentino. No me lo esperaba. Y ella no me ha visto todavía. Esta ensimismada en su lectura. Y me fijo en su piel, y en su pelo recogido. Y en sus manos, y en sus labios sencillos. Sabe que estoy aquí, delante de ella, pero no quiere levantar la mirada. Tendré paciencia. Yo no me muevo, y de momento tampoco se mueve ella. La contemplo sin cansancio, y me detengo en cada pliegue de su vestido color lila. No lleva adorno alguno, ¿para qué? Sólo una flor en el pelo. Y esa luz que la enciende. Quisiera decirle algo, saber al menos el título del libro, y su nombre, claro. Atisbo un leve rubor en sus mejillas, pero igual son imaginaciones mías. Creo que hace como que lee, a la espera de algún gesto por mi parte. No me atrevo, no me atrevo. Y se está tan bien así, mirándola, simplemente. ¿Y si se va, y si la pierdo? Al menos que me deje el libro en prenda, o que alce los ojos para siempre, y me vea.




(Pintura de Laureano Barrau).

miércoles, 21 de marzo de 2012

Trance de vida





Dudaba entre el rojo o el naranja.
Y entre los poemas
de Roberto Juarroz o Eloy Sánchez Rosillo.
Dudaba. Y abrí la ventana,
mientras decidía qué hacer con la mañana.

No sabía. ¿El sillón amarillo
o el sofá con vistas al amanecer de la biblioteca?
¿Internet o las primicias de sol en la terraza?
Y paseaba por la casa
poniendo poco a poco en su sitio
las toallas y los libros, el corazón y la ropa limpia.

Hasta que me detuve delante del óleo
cuajado de flores, tan frescas como el primer día.
Pinceladas rosas, azules, verdes, puras.

Y la mirada, absorta, miraba
lo que yo amaba, lo que veía,
y dónde realmente estaba en ese trance de mi vida.



martes, 20 de marzo de 2012

"La Paja en el Ojo de Dios" (una novela de ciencia-ficción)



Y esta manía de decir algo de los libros. Bueno, en general esta manía de decir algo de todo, de lo que sea, meter baza, urdir dictámenes y juicios. Eso, escribir sobre lo ya escrito. Que si esto, que si aquello. Análisis de prosas y versos. Filología y alma, crítica literaria, influencias, cosmovisión, estilo. En fin, de todo un poco. Y decirlo con cierto énfasis, y decoro. Un par de citas no van mal, y no sacar las cosas de quicio. Pero, ¿quién nos ha pedido nuestra opinión? Aunque también es verdad que a veces algo nos llama poderosamente la atención, y sentimos la necesidad de proclamar su virtud, su emoción, su belleza. Y ese algo puede que sea un libro, o unos ojos, o un infinito.

Comencemos. Un libro. Llegó a casa hace tiempo, vestido de azul cielo y título en rojo. Allí estaba, en su estantería. Lo leí en su día, ni hace mucho ni hace poco, en un punto intermedio de mi vida. Pero volvió a llamarme la atención un domingo. Desde luego, por la tarde. (A su lado unos relatos de Stendhal, y otros de Borges, por puro azar). Y vuelta a viajar por el espacio, en dimensiones desconocidas. Supongo que buscando un poco de acción después de una larga temporada poética. “La Paja en el ojo de Dios”, editado por Minotauro, en su colección de clásicos de ciencia-ficción. La autoría es compartida: Larry Niven y Jerry Pournelle.

La Paja y el “ojo de Dios”: asteroides, polvo estelar, un planeta con su luna, y esa hermosa estrella. Y los hombres que siempre estamos necesitados de nuevas estrellas, para satisfacer ese empeño por lo oculto y ese afán por aprender. La humanidad que se expande. Y esos cruceros de batalla, y la ciencia, y el suspense, y el primer contacto con seres alienígenas (los pajeños, en sus diferentes y complicadas mutaciones y castas e idiomas imposibles). Nos situamos en el año 3017. Nunca nada resulta fácil. Es necesaria la pericia del capitán Rod Blaine, o la intuición del primer piloto Renner o del Almirante Kutuzov, o de Sally, o de los guardamarinas… Y el valor, y la inteligencia, y la lealtad. ¿Diplomacia o mano dura? ¿Puede la humanidad fiarse de los pajeños? El destino del hombre está en juego, y la posibilidad de algo único. Pero en toda literatura, como en la vida y en la historia, hay siempre un elemento inesperado, o sobrecogedor, o misterioso. Y de eso se trata.

Un libro. Una buena novela de ciencia-ficción. Y un lector que sube a bordo de la MacArthur, en medio de la astrofísica y surcando no pocos sueños. “Sonaron avisos de aceleración. La MacArthur penetraba en el Ojo”.

lunes, 19 de marzo de 2012

Contra la apatía y la desgana



Corren tiempos de apatía y desgana. Es un hecho. Apenas se tiene fuerza para encarar la vida. No es fácil vivir siempre a contrapelo, con tanta incertidumbre en el día a día. Corren tiempos en los que una pesada losa parece que está sobre nosotros aplastándonos los sueños, y en los que la esperanza es el mayor desafío. No estamos contentos con nada, pero es que además la insatisfacción vital -¿dónde están esas aventuras, esos paisajes, esos deseos?- nos muele el alma y nos angustia cada vez más. Nos preguntamos: “¿Qué pasa con la vida? ¿Es sólo esta desgracia?”. Y nos dejamos llevar tantas y tantas veces por la tristeza, por el desmayo, por la rebeldía, por envidias, y por esa perspectiva tan negativa de todo. Pero, ¿acaso no es verdad que este mundo nuestro parece no tener arreglo?

¿Qué hacer Dios mío, qué hacer? El cansancio se torna amargura, y no son pocos los que se dejan caer en la desolación, o en esa amalgama de lágrimas, desilusión e impotencia. Corren tiempos donde se pone muy difícil la sonrisa, donde las miradas se desmoronan y se arrastran por el suelo (como las hojas más tristes del otoño), donde… ¿Qué hacer? Eso, ¿qué hacer para que volvamos a creer en la felicidad, a pesar de las evidentes contradicciones y de esos desvaríos del mundo? No podemos seguir así, no podemos dejarnos llevar por esa diabólica espiral suicida. Diabólica, digo bien, que no viene de Dios tanta desesperanza. Debemos incorporarnos a esa otra forma de ver las cosas. Extender la mano a la esperanza, abrir el corazón, aceptar con bravura la batalla de la vida.

Difícil es, pero no imposible. Porque no estamos solos. Y no me refiero a las subvenciones o subsidios, a francachelas y demás sucursales de la estupidez humana. No, en absoluto. Me refiero al amor, a la mirada limpia de quienes nos quieren de verdad. Merece la pena luchar por lo que se ama (es la única lucha que nos procura alegría y aquello que parecía imposible). Y eso cambia por entero la perspectiva, el incentivo. Todo. Y aunque cueste, y parezca que no hay manera de salir del atolladero, ese amor nos alimenta el alma, y las ganas. Y uno se levanta de la cama con la invencible potencia de un beso, o de esa plegaria al cielo. ¿Y quién nos quiere más que Dios? Aunque creamos poco y mal en Él, aunque le despachemos con escarnios o no le tengamos en cuenta, Él Es, y está, y nos ama. No deja de lado a nadie. El amor, Su Amor, esa energía espiritual que mueve las galaxias y los genomas, y es el epicentro de la Historia y de la literatura.

Corren tiempos de desolación, de opresión, de crispación, de… Pero también de corazón. De amor. Y no todo es así de lesivo o sombrío, ni el drama es insoluble. El hombre no debe rechazar por más tiempo el milagro que constituye nuestro propio ser: ese Amor que amanece en la luz y se entrega en la Cruz por cada uno.

domingo, 18 de marzo de 2012

El beso




Tus labios se afianzan en los sueños
de esos otros labios que ahora besas.




(Pintura de Théophile Alexander Steilen (1859-1923), "El beso").

sábado, 17 de marzo de 2012

Inspiración poética





La revelación o inspiración poética, ¿qué es?
¿Es un instante de gracia o es la vida
que quiere ponerse en claro?

¿Qué es todo ese lenguaje
en su intento de armonía?

¿Es la ternura de Dios o es la duda
que busca un poco de verdad o de belleza?

¿Qué es ese resplandor o esa nostalgia
o ese dolor cuando decimos que es poesía?
¿Es sólo un consuelo que consiste en palabras
o es el gozo de sentirse vivo?

Ay, esa inspiración, ese silencio,
ese corazón, esa herida.

¿Qué es todo
este sucederse de misterios y de días?
¿Es eso la poesía?

viernes, 16 de marzo de 2012

Es lo que necesito




Cuando el día es sólo un alboroto de tiempo, sin nada que justifique su don, es hora de abrirse paso entre la maleza del paripé que ahoga nuestras vidas. Os lo digo: añoro la soledad, esos momentos en los que el alma deja de ser una entelequia. Porque tengo fe en el silencio. En su centro está mi creencia, la presencia de una conversación infinita. Lejos de la superstición que se acostumbra, lejos de la demacrada apariencia del mundo. Necesito que cada minuto sea el principio de un enamoramiento, necesito que en cada minuto quepa un poema y en el poema una música y en la música esa quietud que todo lo transforma.


(Acuarela de Ramón Gaya, "Abanico y rosas").

jueves, 15 de marzo de 2012

Mi universidad





El parque fue mi verdadera universidad.
Un parque muy grande que hay en la ciudad donde vivo.
Recuerdo la lectura apacible y el vuelo de los gorriones,
y la flora con su polen y la pujanza de las chicas.
Y allí me iba, con los libros y los ojos bien abiertos,
y me sentaba en el banco de aquella aula magna
donde la luz era la profesora más brillante.
Arrancaba una flor o briznas de hierba,
e invertía el alma en contemplar los plátanos
o en escuchar el idioma del agua de una fuente.
Aprendí mucho por entonces. Eran clases
magistrales, llenas de una sencilla sabiduría
que no encontraba en ninguna otra parte.
Y hacía como que leía la mayoría de las veces.
Cualquier sonido era una gran lección, o el silencio
del parterre, con aquellas rosas.
Los años pasan, pero no pasa la felicidad
que sentí en aquella universidad de armonía.
Todo a mi alrededor era una cátedra de vida,
y entornaba los ojos y entreveía
el reverso de la realidad, su luz constante.
Y quería -y quiero todavía- escribir versos
que acertaran a decir la gracia que yo vivía,
con esa extraña e íntima costumbre que son las palabras.
Y cuando hoy vuelvo por allí y me siento
en el mismo banco, ya no sé qué pensar
de estos otros gorriones, o de estas flores, o chicas.
Y las palabras se hacen más humildes,
y los caños de la fuente están secos.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Bendita locura




El amor. Esta ilusión, esta sed.
Pálpito, temblor y desnudez del ser.
Esta voluntad rendida, esta llamada, esta fe.

El amor: este deseo (o desasosiego),
esta sabiduría que no sé
y este fervor de vida.

(¿Qué puedo pensar de nada
si ya no puedo pensar en otra cosa?).

martes, 13 de marzo de 2012

Suma de vida



La vida es una continua enumeración de días, asombros, contradicciones y belleza; de nubes y costumbres y arco iris y vestidos. La vida es esa suma de lluvia y de hermosas muchachas, de alegría y olvido, de amor y trigo. No cesa, vertiginosa, la vida. Esos veranos de leyenda y los inviernos en casa, esperando la luz y su primavera. Y la infancia, las almas y las sábanas con olor a lavanda. Es la vida el deseo y el perdón y la santidad, y esos contornos del cielo y de los paisajes y quimeras. Y tantos y tantos libros, y los sueños y las mañanas, súplicas y poemas. Y las intrigantes miradas, y esas otras más cautas, o cariñosas. Y tantas y tantas flores, caricias, estrellas, enebros, oraciones y ríos. La vida, la vida, la vida. La vida es un infinito de emociones, de arrebatos, horizontes y sacrificios. Con sus desfallecimientos, y romances, caminos, remordimientos, rescoldos, prados, fragancias y miedos. Son tantas las cosas que caben en una vida, tantas sus aventuras y riesgos y luchas y absurdas mentiras y esas explosiones de risas. La vida: su alcance y significado, y los misterios que la enhebran y cantan. Su abismo y plenitud, y esa espera, y los silencios, y los domingos, y lo que es peor, los lunes. La vida: apurar los sentidos y la inteligencia y la ternura. No cejar, embriagados de todos esos cotidianos fragmentos de Dios en cada detalle, en cada vaivén de gracia y maravilla.



(Pintura de Joaquim Mir -"Santa María Mas Pujols"-, quien decía: "Sólo quiero que mis obras alegren el corazón e inunden de luz los ojos y el alma").

lunes, 12 de marzo de 2012

Mirando al exterior (Óleo de Ramón Casas)





¿Mujer, qué es lo que miras?
¿Qué ocurre, qué pasa, qué atisbas?
Te has asomado en seguida, curiosa.
¿Es en la calle o es en tu vida?
Algo sucede en esa luz que te enciende.
Ven conmigo y cuéntamelo al detalle.

domingo, 11 de marzo de 2012

Dos libros, el móvil y un crucifijo





Dos libros, el móvil y un crucifijo
es todo lo que está sobre mi mesa.
Y el teclado donde sueño que escribo
la belleza desnuda, sin vestido.

Así pasaré la tarde y mi vida
si Dios quiere, acariciando poemas
que desvelen la luz de su pupila
para pillarle el alma por sorpresa.




(Dibujo de Edward Robert Hughes, "Portrait of Rosalind").

sábado, 10 de marzo de 2012

Imaginaciones




Imagino a Sorolla pintando el rostro de Audrey Hepburn.
Imagino al Tigre de Malasia contemplando el atardecer a bordo de su prao.
Imagino a la grácil Beatriz cruzándose por primera vez en la mirada del Dante.
Imagino la última sonrisa de Tomás Moro antes de ser decapitado.
Imagino qué sería de este mundo nuestro sin la osadía y el valor del gascón d'Artagnan, junto con Athos, Porthos y Aramis.
Imagino la gracia de Dios en la música de Mozart por los siglos de los siglos.
Imagino a don Quijote peleando en la batalla de Lepanto por Cristo y por España.
Imagino a Borges como bibliotecario de todos mis sueños.
Imagino que no estoy aquí, y que paseo con Keats por las calles de Roma y de la poesía.

viernes, 9 de marzo de 2012

Algunas secuencias de mi vida




La vida se pone a veces insoportable-
mente tediosa. (¿Qué hacer
ahora, qué libro leer, qué sueño
podría soñar de nuevo?).

Y decides tumbarte en la cama
e imaginar si llegará -o no- mañana.

Pero cambias muy pronto de tema,
y recuerdas su piel y el conjuro
-¡qué poema!- con el que te ama
a cualquier hora de tu vida.

Justo entonces te llama con urgencia,
y te pide que vayas con ella
y que le cuentes todo lo que sueñas.



(Imagen: Retrato, de Ramón Casas, 1918)

jueves, 8 de marzo de 2012

No soy nadie en especial



Supongo que ya lo habréis observado, pero yo no soy nadie en especial. Si acaso, eso sí, un tipo que se enamoró de una chica imponente (hay que verla para creerla), que tuvo hijos, y que se desvive por los libros y la poesía. Un tipo al que le gustan las películas románticas y que tiene unas ganas tremendas de Dios. No lo niego, soy católico, apostólico y cada vez más romano, y todo lo piadoso que puedo, por mi propio bien. Y un forofo de la transparencia del agua, y del alma de ciertas personas que conozco. Os lo aseguro, no soy nadie en especial. Me pongo de mal genio cuando menos lo espero, soy agorafóbico (esto es lo único que me da un cierto toque distinto) y casi nunca tengo ganas de hacer nada. Sólo soy constante en la lectura, en la nostalgia y en hablar de mí mismo (lo cual me relaja bastante, ¿a vosotros no?). Y nunca sé dónde tengo los papeles, y me pongo de los nervios, y me agobio por cualquier ruido o grito, o si me llevan la contraria. Tengo amigos que consideran que esto y que lo otro, y que sí, que soy un tipo fenomenal, puede que porque haya escrito algunos poemas (¡Dios mío!), o porque me da por la ternura y lo sencillo. Pero no. Eso son cosas que tampoco son para tanto. Lo dicho: nadie en especial. O tan especial como cualquiera.

miércoles, 7 de marzo de 2012

De su mano



Anoche lo tenía todo,
era el hombre más poderoso del mundo.
Me creía capaz de cualquier milagro,
os lo aseguro. La poesía no era nada
comparado con lo que yo sentía.
El mismo Dios me miraba
con cierta envidia (es una manera de explicarlo).
Era una suerte de melodía, de serenidad,
de alegría. No sé, era lo absoluto
de mi vida, el resumen de todos mis sueños.

Era que nos quedamos dormidos
cogidos de la mano.



(Escultura de Lorenzo Quinn).

martes, 6 de marzo de 2012

Una observación que me parece pertinente



Hace años que dejé el comentario político. Mis razones tuve (fundamentalmente basadas en la desazón). Permitidme, pues, esta excepción. Y es que desde hace tiempo ando preocupado por un asunto que, en mi opinión, puede ser peligroso -lo es ya de hecho- para la convivencia en España, además de resultar sumamente descorazonador. Me refiero a la radicalización de la izquierda española, a esa innata propensión por saltarse las reglas de juego, por tentar todo tipo de suertes (sin guardar ni las formas) y anquilosarse en un discurso decimonónico y excesivamente ideologizado. Yo no hablo de buenos y de malos. Hablo de que estamos en el siglo XXI, que la sociedad vive un cambio permanente y globalizado, y que ya no se trata tanto de izquierdas o derechas como de una política honrada y bien hecha. Una política de mínimos que deje a la sociedad evolucionar tranquila hacia la esperanza y el bien común, hacia esa excelencia que tanto se predica y que se desprecia sin cesar. Sobra lo chapucero, lo medrador, la manipulación de la verdad, los intereses de secta, la agitación callejera, la inquina, la incoherencia, la demagogia, todos esos recursos ladinos que tantos estragos causan a la inteligencia y al alma de un pueblo. Por favor, compostura y respeto. ¿Es pedir tanto? España no es un sindicato -o veinticuatro-, ni sólo un cúmulo de partidos. España debería de ser una pasión unánime. Y una gran responsabilidad.

lunes, 5 de marzo de 2012

Para Lola Beccaria




Todo lo renueva la luz, esta belleza. ¡Qué asombro, qué delicadeza produce una simple gota de agua o ese beso en el alma, o el relámpago de colores cuando sales de casa! Es la vida, es su aventura, es el designio de felicidad con el que naces todos los días. Con su significado de amor, con su lenguaje de águila suspendida en la altura. Te ves en tu mirada, y te lavas y peinas todavía la infancia. E imaginas la luna, como entonces, y casi los mismos sueños. Y hay un aroma de lavanda y unas olas muy concretas y un abrazo del que no has salido nunca. ¡Qué imposible es poner en palabras tantas caricias y tantas islas desiertas!

domingo, 4 de marzo de 2012

La verdadera poesía





“El escritor es la suma de milagros esporádicos que interrumpen el runrún de su prosa”. (Nicolás Gómez Dávila).



Recorto del ABC cultural una fotografía
repleta de viejos libros que sólo poseo en sueños
(sueños son todos los libros).
Y leo con deleite a Maurice Baring
en una edición de 1944 en ediciones Lauro
(con un prólogo de Hilaire Belloc).

Y descuelgo la ropa seca mientras escucho
las carcajadas de los Cartwright en Bonanza
(¡quién tuviera una Ponderosa
para galopar por tantas ilusiones perdidas!).

Sobre la cama pienso
que me quedaré dormido.
Pero antes quisiera soñar despierto un buen verso,
o leer unos pocos cuentos de Julio Ramón Ribeyro
(sobre todo “Te querré eternamente”),
y concluir "Bibliotecas llenas de fantasmas"
de Jacques Bonnet, otro lector empedernido.

Me cruzo con los ojos de Ana por el pasillo
y sé que soy feliz así, con ella.

En el balcón acaricio la albahaca
y unas insondables flores amarillas.
Y el cielo, siempre el cielo
detrás del tedio y las cortinas.
(Y sin saber el porqué de tanto misterio
me viene a la memoria Robert Walser,
desplomado sobre el olvido blanco de la nieve,
y me estremece más su soledad que el frío de la muerte).

Quisiera ser alguien, tal vez un poeta interesante
o un superhéroe, que viene a ser lo mismo.
Y contesto correos y sonrío
de corazón al desasosiego.
(¿Y si tuviera una biblioteca tan maravillosa
como la de Alberto Manguel y no fuera feliz?).

Me voy a la calle,
a constatar entre esa luz
la verdadera poesía.




(Pintura de Rae Sloan Bredin, "Ensueño").

sábado, 3 de marzo de 2012

Harto




Ya estás harto. De tanta monserga, de tanto enfado, de tanto ir detrás de la gente. Y esas constantes conversaciones sobre dinero, y las malas caras, y esos prejuicios y galimatías sobre lo que sea. Eres feliz, pero estás harto. Seguirás insistiendo en la literatura, pero estás más que harto. Estás más que harto de que todo tenga que ser de otra manera, de que nunca aciertas, de que esa poesía que invocas con temblor y buen juicio no importe absolutamente nada. A nadie. Porque no importa, esa es la pura verdad. Y te vas sintiendo más y más distante de una realidad capciosa e insidiosa, o sencillamente estúpida. Dirán que estás deprimido, o que tu vida es un desastre. ¡Qué importa lo que digan! ¡Qué importa lo que hagan! Allá ellos con su fantástico mundo falso. Allá ellos con su conspicuo paraíso de nirvanas. La gente no hace más que disimular su alma a marchas forzadas. Al igual que sus verdaderos sentimientos. Ese es el tema, esa es la cosa, ese es el desastre.

viernes, 2 de marzo de 2012

Cuatro poemas


PROPÓSITO DE LA ENMIENDA


Soy tan bobo que me acostumbro al amor,
o a vivir entre respetables poemas.
Es urgente, debo resucitarme pronto.
O me perderé lo mejor de mi vida.


¿QUIÉN VIVE?

¿Quién vive? Eso es
lo que yo quisiera saber
con la precisión de un buen poema.
¿Quién vive después de todo?


UN DÍA

Un día se vistió de negro,
como de luto. De pies a cabeza.
Pero el color cereza de sus labios
me dejó muy buen gusto.

Y había que verla por dentro:
¡qué blanca!


UNAS PALABRAS Y YO

Se ha quedado vacía la casa.
Sólo estoy yo
con estas pocas palabras
que no dicen nada.