Veinte años de trabajo. Ese es el tiempo que le había costado escribir su novela. Veinte años. Para nada. Nadie se acordaba de él. Ni sus propios hijos, ni la editorial (que le había publicado un volumen de cuentos), ni sus amigos. Nadie. Su vida era un desecho de palabras. Una historia de ficción que ya ni siquiera le gustaba. ¿Su nombre? ¿Y qué más da? Veinte años al borde de la locura. Sólo le salvaban las acacias y el movimiento constante de la luz entre sus ramas. La vida no se escribe. Era el título de la novela y la constante mortificación de sus días. ¡Dios! Veinte años de ceguera. Cindy, su mujer, se lo dijo un día desde la cocina:
- Pablo, la vida no se escribe.
Y fue entonces cuando empezó todo. Ese empeño absurdo por llenar folios y más folios. Y fue entonces cuando terminó todo. Dejó de leer y, lo que fue peor, Cindy se largó con otro. Desde entonces han pasado muchos años, a solas con esa novela. Y una vez llegado al final Pablo vio que sólo tenía palabras. Nada más. Las velaba como si estuvieran muertas. Su mujer, quizá sin saberlo, le había dictado su propio epitafio: la vida no se escribe.
Pablo Arganzón murió dos años más tarde. Ni rastro de la novela. Sus hijos encontraron una nota al lado de un ejemplar de Hotel Savoy. Era para su madre. “Querida Cindy: Desde que te fuiste dejé de vivir y dejé de creer en la literatura. Siempre te he querido y he intentado, por amor a ti, dejar de buscar la felicidad entre las palabras. Algo he conseguido. No me tengas en cuenta tanta mezquindad como tuve contigo. De aquella ciclópea novela sólo queda el título, que fue lo que tú me diste. Una vez más tenías razón. La vida no se escribe. Recuérdame alguna vez y cuida de los chicos. Un beso”.
- Pablo, la vida no se escribe.
Y fue entonces cuando empezó todo. Ese empeño absurdo por llenar folios y más folios. Y fue entonces cuando terminó todo. Dejó de leer y, lo que fue peor, Cindy se largó con otro. Desde entonces han pasado muchos años, a solas con esa novela. Y una vez llegado al final Pablo vio que sólo tenía palabras. Nada más. Las velaba como si estuvieran muertas. Su mujer, quizá sin saberlo, le había dictado su propio epitafio: la vida no se escribe.
Pablo Arganzón murió dos años más tarde. Ni rastro de la novela. Sus hijos encontraron una nota al lado de un ejemplar de Hotel Savoy. Era para su madre. “Querida Cindy: Desde que te fuiste dejé de vivir y dejé de creer en la literatura. Siempre te he querido y he intentado, por amor a ti, dejar de buscar la felicidad entre las palabras. Algo he conseguido. No me tengas en cuenta tanta mezquindad como tuve contigo. De aquella ciclópea novela sólo queda el título, que fue lo que tú me diste. Una vez más tenías razón. La vida no se escribe. Recuérdame alguna vez y cuida de los chicos. Un beso”.
10 comentarios:
¿Para cuándo un volumen de relatos?
La vida hay que vivirla,al fin te has dado cuenta,Pablo.
Una leche eso de que te abandonen.
Me río del boxeo, las artes marciales y la lucha libre: las peores tortas se reciben persiguiendo sueños. En los míos, mañana se celebraba el cuarto aniversario de algo que iba a durar toda la vida. Hay que joderse.
No estoy de acuerdo contigo Pablo. Sigue adelante con tu novela y que no te nuble el pensamiento lo que piensen los demás en el dia a dia. Tu novela es un proyecto de largo plazo y ya la entenderán. Además es un tiempo bien empleado ó tengo que poner aqui como se nos va la vida a todos los que tenemos que estar todo el dia enchufados a una pantalla por el precio de una misera nomina?.
Prueba de resistencia,nos decía Rafa,y sabíamos que tocaba correr y correr dando vueltas al patio,hasta que el último tonto caía rendido y satisfecho.
Yo era de los que corría y corría,no por demostrar que era mejor que nadie,siempre me dió igual,lo hacía por saber hasta dónde podía llegar.Y para aguantar el calor,el cansancio y la sed imaginaba,dejaba que la loca me entretuviera con sus cosas,me gustaba que me sorprendiera,nadie entendía mi cara de satisfacción al acabar.
Desde entonces me acompaña,a veces me gustaría que no lo hiciera,pero hay días...hay días,como hoy,que no sé lo que haría sin ella.
Seguramente acertó ella al irse con otro y dejarlo con su novela.Hace poco me dijeron que no malgastara ni un minuto con alguien que no quisiera estar conmigo. Le hice caso y desaparecí.
Gracias por regalarnos este precioso relato. Ya tengo ganas de ver anunciado en su blog un libro de relatos, para comprarlo enseguida.
No hay nada, absolutamente nada que nos aparte del amor que merezca la pena. Ni una novela, ni las horas extraordinarias en el trabajo,... Todo son excusas, variantes del egoísmo. Pero muchas veces te das cuenta demasiado tarde.
David
Por favor, haga la caridad de ofrecernos más relatos.-
Me ha dado en qué pensar. Yo escribo.
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