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Reflexiones, poemas, escorzos de vida, fe de lecturas, noticias de amigos... No pretende ser un desahogo, más bien un diálogo. Un demorarme en el resplandor de nuestra existencia. Y en su literatura.

domingo 31 de octubre de 2010
Y quedarme en tus labios
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Guillermo Urbizu
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sábado 30 de octubre de 2010
Llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria
Sin embargo Tu gloria lo empapa todo. Sin querer se mete por el rabillo del ojo. O de repente, sin que nadie se dé cuenta, ya la tenemos dentro. Oh Dios, y es que no nos dejas. Brillas en lo más alto del cielo o en unas lágrimas desamparadas de todo, o en ese poema. Brillas en medio de la noche, o sales a nuestro paso recién resucitado. Tu gloria, Dios mío, toda esa gloria en la que nos dejas participar con sólo abrir el alma. Con sólo ayudar a alguien. Tu gloria es la que se hace de día en nosotros. Aunque sea lunes, o llueva, o haga frío. Y miramos diferente. Esa claridad que amanece con Tu perdón, con Tu amor, nos cambia por entero. Y miramos infinito. Contemplamos el horizonte o las calles llenas de obras o al prójimo -sea el que sea- desde los mismos ojos de Dios. Oh Dios, Tu gloria está en cada instante, la encuentro en el paso de peatones, en el médico, en la panadería, en mi biblioteca. Tu gloria también está en mi memoria y en mis sueños. “Llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria”. Llenos, rebosantes, sin vacío ni tristeza ni costumbre. Tu gloria: la suma de cielo y tierra. El cielo en la tierra. La tierra anhelando la santidad del cielo. ¡Bendito seas! Dios. Dios mío, que Eres la unidad de ese cielo y de esta tierra; que Eres el nexo de todo, la armonía, la misericordia, la majestuosa cadencia del corazón (que late por amarte), los tonos del amor donde germina el hombre y el mundo todos los días. La gloria de todas las glorias: estar Contigo en la constante confidencia de Tu dulzura y de mis quejas.
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Guillermo Urbizu
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viernes 29 de octubre de 2010
“Conspiración”, de Robert Harris
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Guillermo Urbizu
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jueves 28 de octubre de 2010
Creía en un sueño
Soñaba que creía en un sueño
donde siempre era de día.
La gente vivía feliz, sin envidias:
se conformaban con lo que tenían.
No había noche en las almas
y nadie fingía mentiras.
La luz guiaba sus vidas
sencillas, sin discordias...
Habían descubierto a Dios
en el corazón de la rutina.
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Guillermo Urbizu
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miércoles 27 de octubre de 2010
“Necrópolis”, de Boris Pahor
El libro de Boris Pahor es el recordatorio de una vida expoliada, y es la elegía de unas emociones que no pueden permanecer ocultas, calladas. Boris pasea entre los barracones, arrastrando los pies, la cabeza gacha, los ojos perdidos… ¿Cómo decirlo? ¿Cómo hacer llegar a los hombres del presente y del futuro lo que sucedió? El lenguaje se torna romo, tan escuálido y frágil como aquellos hombres y como aquellas mujeres… Tortura, tortura, tortura. Y el empeño del hombre por sobrevivir. Lo que vio. Cada frase es como un funeral. “Vivir la muerte”. Pahor revive la muerte, el horror. Intenta no saber, pero sabe; intenta olvidar, pero no olvida. No debe. El estremecimiento, el temblor, la inanición. ¿Cómo pudo ser? Gestos y palabras de hombres asesinados, destruidos, disecados. “La piel humana colgaba en Dachau (…). De ella fabricaban piel fina para los pantalones de equitación, las carteras, las zapatillas y también para encuadernar los libros”. El lector siente el escalofrío y la angustia. Necrópolis es el análisis de toda esta pesadilla, el análisis de aquel frío, de aquella tortura. Y es homenaje. Y condena. Y aviso. E interiorización. El libro es querer volver a sentir con el alma, sentir las almas que dieron su vida. Y contarlas. Contar lo que sucedió.
Al concluir la lectura de Necrópolis, y por más que se haya leído otros muchos testimonios del genocidio nazi (o del estalinista), uno se siente conmovido hasta las lágrimas, siente la indignación. ¿Qué decir de un libro así? El atento lector que yo soy guarda un respetuoso silencio y reza y pide a Dios por todas esas personas que sufrieron lo indecible, y por nosotros, y por el autor. El crítico no sabe muy bien qué escribir. He ahí el libro, el testimonio. ¿Qué queréis que os diga? Sólo se puede sentir, emocionarse… Leedlo por favor, leed.
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Guillermo Urbizu
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martes 26 de octubre de 2010
Lo primero Dios
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Guillermo Urbizu
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lunes 25 de octubre de 2010
Barajando el tiempo
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Guillermo Urbizu
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domingo 24 de octubre de 2010
Se deshojan las palabras
es la línea de un horizonte nuevo.
En su horizontal abismo
se levanta una vertical aurora
que abrasa con su fuego el cielo.
Y en la página veo el vuelo de las aves
y el resplandor de unos labios.
Y su alma dormida, abrazada a mis sueños.
Son poemas que se enroscan a la luz
de unos ojos donde nunca hay miedo.
Levanto la vista para mirarla a ella, a la aurora
de su cuerpo. Nada más sobrenatural
que el tacto del que ama, que el acto
de amar en júbilos monosílabos.
Pero con el tiempo el amor se deshoja de palabras
y se aprende a hablar en silencio.
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Guillermo Urbizu
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sábado 23 de octubre de 2010
Dios quiere ver nuestra perseverancia
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Guillermo Urbizu
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viernes 22 de octubre de 2010
Como si nada
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Guillermo Urbizu
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jueves 21 de octubre de 2010
“Reckless. Carne de piedra”, de Cornelia Funke
Pero Carne de piedra es algo más. El espejo que está en el despacho-biblioteca del padre de los Reckless es como si fuera la figura de lo que es y significa la literatura. Ese cruzar a otros mundos, ese ir más allá, esa búsqueda de trascendencia, de rebeldía, de inconformismo, de aventura. No sé, pudiera ser. ¿Puede que sea también una huída? Una huída del horror de nuestro mundo. Como confirma Clara: “Este mundo no te aterroriza ni la mitad que el otro”. Y el otro es el nuestro. ¿Qué hay al otro lado del espejo? Para el lector el libro es el espejo. Desde el mismo momento en que pone su mano en la portada. Somos nosotros. Son Jakob y Will y Clara. Pero expuestos a mil magias que nos parecen imposibles. Expuestos al poder de los conjuros de las hadas y de la literatura. Un mundo donde también hay guerra entre los humanos y los goyl (con su piel de piedra). Comienza todo. Y hay un punto en casi todos los libros en el que ya no puedes volver atrás. Se hace cada vez más difícil. Y la piel de Will comienza a transformarse en piedra de jade (mineral muy duro, semiprecioso, en este caso de color verde). A no ser que ocurra un milagro dejará de ser humano. Esa es la aventura, la trama.
Esa es nuestra aventura. ¿Somos ya de piedra? Dice la niña-zorro, refiriéndose a Will, que apenas tiene ya un poco de piel humana en su rostro: “Ya no ama a nadie (…), porque se está olvidando de quién es”. Insisto: ¿Y nosotros? ¿Sigue existiendo algo de blando, de alma, en nosotros? ¿En qué se está convirtiendo nuestra sensibilidad, nuestra humanidad? En el libro hay algo de todo esto. Es mi lectura, ya lo sé, pero debo decirlo. Y Jakob no se resiste a ver como su hermano desaparece. Esa es la gran aventura: el amor. El amor fraternal y el amor de Clara por Will, y el de Zorro (esa niña no tan niña) por Jakob. No hay dificultad que no pueda afrontar. Hace acopio de fuerza y de magia, de inteligencia y de valor. Pone su vida en juego y no conoce el miedo. La piedra no sólo avanza deprisa por la piel, también por el alma; y la mirada cambia, y se soporta muy mal la luz. Jakob-Funke se mueve a sus anchas en este mundo donde no todo es fantasía. Y el lector cuando sale del espejo, cuando cierra el libro, sigue de alguna forma dentro de él.
Cornelia Funke cree firmemente que la literatura nos puede salvar a todos. Estoy seguro. Salvarnos de la barbarie y de nosotros mismos, lastrados tantas veces por esa comodidad que nos vuelve cobardes e inoperantes, que nos deshumaniza, que nos desespiritualiza. Atrévanse: pongan su mano en el espejo-libro que es Reckless, carne de piedra. No sean incrédulos. Al otro lado nos esperan... Un libro memorable, dirigido a los jóvenes de todas las edades.
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miércoles 20 de octubre de 2010
Imagina
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Guillermo Urbizu
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martes 19 de octubre de 2010
¡No os deshagáis de los libros de la infancia!
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lunes 18 de octubre de 2010
Vargas Llosa, don Mario
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domingo 17 de octubre de 2010
Llegará un día en que dejarán de importarme los libros
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Guillermo Urbizu
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sábado 16 de octubre de 2010
Filiación divina
(Para Isabel Álvarez)
Dios es mi Padre. El mismo Dios, el Único Dios.
El que hizo de la nada la Belleza, el universo y las delicias
de la vida. El mismo Dios que en Su ordinaria Providencia
se sacó de la manga la alegría, cada átomo de energía,
la brisa, la inteligencia del hombre, las palabras en todos los idiomas,
los ángeles o la música que se desliza según dicen por las esferas
de los planetas (o esa otra que escuchó Johann Sebastian Bach o san Juan
de la Cruz "do mana el agua pura").
El que Es es mi Padre y me hizo y me sostiene. Él,
Dios Amor, mi Padre. Eterno y verdadero. Asiento de la Sabiduría.
Cada día es un pasmo, un matiz infinito
de Su Ser, de Su entrega, de Su cuidado. Hijo Suyo.
A Su imagen y semejanza Suyo. De ahí mi alma,
mi canto, mi gozo, mi alabanza, mi personalidad. Mi alma,
que Le anhela, que Le busca, que Le quiere, que se emboba
en cualquier destello de luz en el que pueda ver Su mirada.
Dios mío, Dios Padre, el Dios del mar Rojo que se abre. Y yo
Su hijo, el más ínfimo, pero Su hijo, del todo,
que contempla la filigrana de Su maravilla en los nervios de una hoja
o en un atlas o en unos versos de Andrés Fernández de Andrada,
o en aquella mujer que pintó Joan Llimona i Brugera escribiendo una carta.
Soy Su hijo, hijo de Dios. Hijo de Su redención y Sangre.
Hijo del dulce maná que es Su gracia en medio del páramo espiritual donde vivo;
hijo del sonido de las trompetas de Jericó y del Cielo prometido;
hijo, en fin, de Su Amor, cotidiano y místico.
Dios y mi alma, Dios en mi alma, católica y romana,
apostólica y una al lado de María.
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viernes 15 de octubre de 2010
“Símbolos solubles”, de Kikí Dimulá
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jueves 14 de octubre de 2010
La mirada
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Guillermo Urbizu
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miércoles 13 de octubre de 2010
Que no se me olvide nada
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Guillermo Urbizu
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martes 12 de octubre de 2010
María: Pilar, Madre y Reina

Desde luego que María ha velado desde siempre por sus hijos, por nosotros, por todos y cada uno. María, la Madre de Dios, está muy al tanto de lo que nos pasa, de lo que necesitamos. Ella es mujer y está en todo. Es mujer y no para. ¡Cómo va a estarse quieta! ¡Cómo va a dejarnos perdidos en las musarañas de la tibieza! A María no se le escapa un detalle. Quiere lo que quiere Dios para nosotros: la santidad. Es decir, que seamos felices haciendo felices a los demás, que estemos alegres porque el fundamento de nuestras vidas sea el amor de Dios. María quiere, ama, intercede. A María le tenemos ganado su Inmaculado Corazón. Somos sus hijos, y le duele un horror que perdamos la paz, que nos acostumbremos al pecado, que no demos importancia al alma. María, abogada nuestra, consuelo de los afligidos, Reina de la Paz. María llora. Es Madre. Sufre con nuestro sufrimiento. Sufre porque despreciamos la gracia, porque trivializamos los sacramentos, porque rezamos poco y de mala manera, porque apenas mortificamos nuestros apetitos, porque no queremos comprometernos del todo con la voluntad de Dios. Nos parece demasiado, nos parece exagerado. Sufre María por un mundo al que Satanás lleva en volandas, engañado en mil placeres que no duran nada, que sólo son una tremenda angustia. María llora. Su sensibilidad de mujer y Madre sabe perfectamente de nuestra debilidad. Necesitamos con urgencia la fortaleza y la misericordia y la gracia de Dios. Y María es el cauce. Por eso el Señor nos la dio como Madre en la Cruz. Solos no podemos, no sabemos. Y nos rebelamos constantemente. O simplemente nos acomodamos.
María es nuestra Madre y es nuestra Reina. Y María es el Pilar de nuestra fe. Con Ella podemos. Su ternura no desfallece. Satanás la odia. Porque María es la Puerta del Cielo, porque Satanás sabe que la Pureza de María, Su humildad y Su amor le derrota una y otra vez. Ella, María, Hija, Madre y Esposa de Dios, siempre ha estado pendiente de nosotros. Es el atajo hacia Dios. Y desde el primer momento, Ella intercedía. Con los apóstoles, con los primeros cristianos. A ella acudían cuando no podían más, cuando no sabían muy bien qué hacer... Y lo mismo hoy, ahora, en pleno siglo XXI. María está con nosotros. Sigue con nosotros. Es Madre nuestra. Es Madre de todos los hombres. Santiago lo supo muy bien. María estaba preocupada. Santiago el Mayor salió de Jafa. El año 35, según lo narra la venerable María de Jesús de Ágreda en su inspirado libro Mística ciudad de Dios (Vida de la Virgen María). Y haciendo una breve escala en Cerdeña, siguió hacia España, la Hispania de entonces. Atracó en Cartagena, y siguiendo al Espíritu Santo, fue hasta Granada -donde tanto él como sus discípulos estuvieron a punto de morir por su fe, de no ser por la intercesión de María-; y recorrió algunos lugares de Andalucía y Portugal y Galicia. Estuvo en Toledo, la Rioja y Tudela, hasta dar en Zaragoza, donde a no tardar llegó María en carne mortal para fortalecer a sus hijos en la fe. Según cuenta María de Jesús de Ágreda la Virgen tenía entonces 54 años de edad. Y antes de subir al Cielo en cuerpo y alma, Santiago le construyó el primer templo: el Pilar. Leo en Mística ciudad de Dios: “Magnifica y engrandece al Altísimo por el favor que hizo a mi siervo Jacobo en Zaragoza y por el templo que allí me edificó antes de mi tránsito y todo lo que de esta maravilla te he manifestado, y porque aquel templo fue el primero de la ley evangélica y de sumo agrado para la beatísima Trinidad”.
María. Madre, Reina y Pilar. Pilar que sustenta, que nos sustenta. Pilar que es referencia, que es fortaleza. Nuestra referencia, nuestra fortaleza. Pilar que es faro de esperanza. El Pilar de la familia cristiana y de la humanidad entera. Pilar de bautizados y de no bautizados. Pilar al que nos abrazamos todos. Raíz, cimiento. Refugio de los pecadores, de nosotros, de cada uno. Virgen del Pilar. Madre. ¿Quién no necesita ayuda? ¿Quién no necesita amor? ¿Quién no quiere ser feliz por encima de lo fugaz y superficial? María es esa ayuda, ese amor. María es el camino hacia Dios. Reina y Madre, Pilar bendito. Santa Ana Catalina Emmerich dice en La amarga Pasión de Cristo: “(…) una vez vi que la Santísima Virgen se apareció de pie sobre una columna al apóstol Santiago el Mayor que la rezaba en un aprieto delante de Zaragoza, mientras yo la veía al mismo tiempo en su cuarto de Éfeso, arrobada en oración, rogando por Santiago y corriendo hacia él espiritualmente. Que la Virgen se apareciese encima de un pilar es porque él la llamaba en su auxilio como un apoyo, como una columna de la Iglesia en la Tierra, y en consecuencia ella se conmovió al ver tales cosas con los ojos del alma, pues una columna es una columna y se aparece como una columna”. Por un igual viene a nuestro encuentro.
La devoción a María es crucial en la historia de la Iglesia (en la historia de la Salvación) y en la vida cotidiana de un cristiano. Ella nos va acercando a Dios y nos asiste, hace que el alma -si somos humildes- vaya adquiriendo una sensibilidad mayor en lo espiritual, una caridad más perfecta. María, como Madre, cuando nos apartamos de Dios, no desespera de nuestra conversión, no tira la toalla. E intercede, intercede ante la Misericordia de Dios. Una de esas manifestaciones de su cariño maternal -la más explícita desde luego- son las apariciones, su constante presencia entre nosotros. Apariciones privadas (¡a tantas personas!) o universales (Lourdes, Fátima o Medjugorje). Todo por la salvación de las almas. Sus mensajes se repiten: la urgente necesidad de oración y ayuno, del rezo del Rosario con el corazón, de la confesión y de la Eucaristía, de la meditación y lectura de la Biblia. Dios quiere, pero nosotros nos empeñamos en no hacer caso. Por eso María insiste, con sobrenatural pedagogía. De ello depende la salvación eterna del alma, de las almas, y el ciento por uno de nuestra felicidad en la tierra. Satanás se ocupa de que parezca poco razonable esto de las apariciones marianas y de adquirir una cada vez más consciente vida de piedad, se ocupa de trivializar lo espiritual (aunque fomenta todo tipo de espiritismo y esoterismo). El hombre está lejos de Dios por una innumerable superposición de mentiras. La primera que eso del diablo es una bobada producto de imaginaciones calenturientas, y la segunda que el pecado no existe, y tampoco el infierno o el purgatorio. El padre de toda mentira otra cosa no, pero sabe bien su oficio. ¿Resultado? Tristeza, amargura, inmoralidad, violencia familiar, guerra, abortos... La vida parece un sinsentido. Y es que sin Dios todo se vuelve del revés. María, nuestra Madre, es el último refugio que nos queda.
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Guillermo Urbizu
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lunes 11 de octubre de 2010
El único superviviente
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Guillermo Urbizu
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domingo 10 de octubre de 2010
Admítenos a contemplar la luz de Tu rostro
¡Pobre alma mía! Que apenas tienes aliento para luchar por Dios, que caes en mil vicios y vértigos y componendas. Alma mía, que te confiesas y sin embargo prosigues con tus andadas de pereza y olvidos, puesta tu atención en todo ese derroche de complacencias que te desvían y confunden. Todo menos Dios. Todo menos calibrar con más amor la ternura de Dios, que está pendiente de ti, de tus mínimos deseos y necesidades. Alma, mira a Dios en la Hostia crucificada, mírale en las demás almas, a las que espera (¿cuándo les vas a hablar de ese divino rostro?). No presumas de nada, no creas que eres el no va más de algo. Eres lo que eres: un presuntuoso las más de las veces. Eso y la gracia de Dios, que te lleva en volandas y te salva de tropiezos todavía más graves. Esa gracia que logra paliar tu medianía y tu tibieza, tu desánimo y tu falta de fijeza. Alma mía, mira de frente al Sagrario, a la Cruz, a María. Atrévete, sé osada. Dile a Dios que quieres ver Su rostro en vida, que no puedes más de amor, que necesitas verle con urgencia de hijo.
Verte, Dios mío, Dios nuestro. Verte. Aunque no sea del todo. Verte en medio de este tinglado en el que estoy metido. Ver la luz de Tu rostro en la nómina que se retrasa demasiado, en el dolor de estómago, a mitad del periódico. Verte a pesar de que yo esté medio ciego, lisiado por tantas nimiedades y pecados. Verte. Ver al menos un atisbo de esa luz, un poco. Sentir en mi alma el calor de un breve reflejo. Y entregarme a Ti del todo. Vea o no vea, Dios mío. Sé que Tu rostro anda cerca.
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Guillermo Urbizu
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sábado 9 de octubre de 2010
Recapitulación
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viernes 8 de octubre de 2010
“Jasper Jones”, de Craig Silvey
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Guillermo Urbizu
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jueves 7 de octubre de 2010
Disquisición en la cocina
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Guillermo Urbizu
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miércoles 6 de octubre de 2010
Moro, Becket, Newman y Chesterton
Llevaba meses detrás de The Bookshop. Y les voy a contar, si me lo permiten, lo que gradualmente me iba atrayendo del volumen en cuestión. Lo primero fue el título: La librería. ¿Cómo se puede resistir un buen lector a semejante encabezamiento? Te llama, te sugiere; te incita a entrar, a saber de ella. Luego estaba la armonía de su portada. Con esa casita en la que imaginabas la librería y la vivienda de la librera, Florence Green, decorada primorosamente, con libros por todos los rincones. Y tú -o sea, yo- pasando allí una temporada. Abres el libro y ya te enteras de que esa casa pertenece a una pintura de Dorling Kindersley: Casa con techo de paja de mazorca. Otras de las causas de mi acercamiento a esa novela es su tacto… Y luego resulta que la autora era sobrina de mi querido Ronald Knox, escritor, sacerdote y converso al catolicismo en gran parte gracias a Chesterton. Evelyn Waugh escribió una biografía sobre Knox, que ha editado entre nosotros la editorial Palabra. Cada vez que iba a alguna librería veía que La librería de Penélope Fitzgerald iba ganando adeptos y ediciones. Al final me he tenido que conformar con la quinta.
La verdad es que los puñeteros ingleses escriben bien, tienen buen gusto, imaginación y genio para esto de la literatura. (Apunte patrio: quiero que conste que la literatura española no se queda manca, y que puede que sea uno de nuestros más grandes dones, que alguno teníamos que tener). Fíjense en Tomás Moro, por ejemplo. Tengo la certeza de que Erasmo y Luis Vives le envidiaban. (¿Para cuándo sus obras completas en español?). Merece la pena desprejuiciarse y leer a uno de los grandes humanistas. Que sea santo católico ¿molesta? Será a los más ilusos, supongo. Para el que tenga dos dedos de frente su lectura es un disfrute, un aprovechamiento sin igual. No sólo Utopía. Lean también Diálogo de la fortaleza contra la tribulación o La agonía de Cristo, o Un hombre solo, cartas desde la Torre (volúmenes editados por Rialp). Ediciones Cristiandad nos dejó en 2006 Piensa la muerte. Todos estos títulos están hilvanados por la pasión morista de Álvaro Silva, que no tiene parangón. Con unas traducciones y prólogos realmente ejemplares. Y hace pocos días nos ha entregado, en una edición renovada y publicada en Acantilado, Últimas cartas, 1532-1535; las cartas que Moro escribió desde su dimisión como Lord Canciller hasta casi su ejecución. Pero yo quería añadir unas palabras sobre una particular evocación biográfica -casi una historia novelada- que sobre Moro escribió Paloma Castillo Martínez. Su truco literario consiste no en una biografía al uso. Lo que hace es ponerse en la piel de nuestro humanista, que unas horas antes de morir va rememorando su vida. El libro es arriesgado, pero el resultado es francamente bueno. Tomás Moro, retorno a Utopía (San Pablo) es una especie de obertura en los cuatro movimientos que son las estaciones de la vida. Hay que saberse muy bien al personaje, haberlo pensado mucho, y también rezado, en un continuo e íntimo diálogo, para escribir algo así de bien. En un determinado momento la autora pone en boca de Moro toda una síntesis vital: “A lo largo de los cincuenta y siete años de mi vida, he conocido el momento del Génesis, en el que el hombre inmaculado, inocente, se abre a un mundo de luces del que puede ser dueño. He disfrutado del silencio del Sinaí y contemplado la gloria del Tabor. Hoy termina Getsemaní y solamente me queda ascender al Gólgota para que todo se haya consumado, para que todo termine bien”. Pero hay mucho más en este libro. Moro es una referencia muy clara para el hombre de hoy. Respecto a la educación, respecto a la familia, respecto a la política y la recta conciencia, respecto a la coherencia de vida y la sobriedad (“el mal no se vence con discusiones ni con protestas, sino con el ejemplo”), o respecto a no tener respetos humanos a la hora de vivir de acuerdo a tus creencias. Un gran libro.
La vida de Santo Tomás Becket (1118-1170) tampoco se queda atrás. Frank Barlow ha escrito una estupenda biografía de este otro Lord Canciller de Inglaterra (que entre nosotros ha sido soberbiamente editada por Edhasa), igualmente asesinado por atreverse a enfrentarse al poder de Enrique II. El antiguo compañero de francachelas, como sacerdote y arzobispo de Canterbury se fue convirtiendo progresivamente en un estorbo para el rey. Murió en la misma catedral, por las espadas de cuatro caballeros normandos. Este hecho lo plasmó el poeta T.S. Eliot en su obra dramática Asesinato en la catedral (que pueden ustedes leer en la editorial Encuentro). Recuerdo que la “bestsellera” novela Los pilares de la tierra, de Ken Follet, termina con el asesinato de Becket. Y también recuerdo haber visto en mi época universitaria -supongo que en algún cineclub- la película Becket, interpretada por Richard Burton y Peter O’Toole. La biografía de Barlow, editada por Edhasa, es minuciosa y amena, recomendable cien por cien.
Y Newman, y Chesterton. Uno ya es beato, y no tardará mucho en llegar a santo. El otro, el autor de El hombre que fue Jueves, todo puede ser. Pero hablemos de literatura. La editorial El buey mudo, sigue editando libros que son verdaderas joyas. De Newman se publican Cuatro Sermones sobre el Anticristo. “El tiempo del Anticristo”, “La religión del anticristo”, “La ciudad del Anticristo” y “La persecución del Anticristo”. Desde luego el tema se las trae y durante toda la historia de la Iglesia el libro del Apocalipsis ha sido sometido a todo tipo de glosas e interpretaciones. Muchos piensan que es una exageración literaria, un cúmulo de misticismos demasiado herméticos. Lo del Apocalipsis, el Juicio sumario a la Humanidad, el Anticristo, Satán, el 666…, a oídos contemporáneos suena a música celestial (si es que suena), o a algún tipo de producción hollywoodense, género pánico o suspense. Demasiada inquietud si se piensa un poco más en serio. Newman se basa en la Escritura Sagrada, en los Padres de la Iglesia y en su amor a Dios. No esconde nada. Lee, analiza, quiere hacer ver a los oyentes -recuerden que son sermones- que el Anticristo es una realidad, porque el mal es una realidad. Como lo es Satanás. Y es necesario un cambio de vida. He tomado nota del siguiente párrafo, por lo que tiene de actual, y ya lo dejo estar: “Sin duda, existe actualmente una confederación del mal, que recluta sus tropas de todas partes del mundo, organizándose a sí misma, tomando sus medidas para encerrar a la Iglesia de Cristo como en una red, y preparando el camino para una Apostasía general. No podemos saber si de esta misma Apostasía nacerá el Anticristo, o si él será todavía retrasado, como lo ha sido durante tanto tiempo; pero en todo caso esta Apostasía, y todos sus signos e instrumentos, son del Maligno, y tienen un sabor de muerte”. ¡Cómo para no comprarse este libro! Y cuanto antes mejor.
Y de postre un libro de Chesterton. Tal vez uno de sus libros más agradables. Al menos de los que yo he leído. Sobre los libros y la lectura, sobre la pasión que es la vida. Los libros y la locura, y otros ensayos lo recomiendo a todo el mundo que le guste leer, que tenga amor por los libros y por lo que ellos suponen para la intimidad de cada lector, en su silencio, y para la Historia de la humanidad.
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Guillermo Urbizu
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martes 5 de octubre de 2010
Darte gracias siempre y en todo lugar
Darte gracias Dios mío por estas manos que me permiten escribir sobre Tu Amor, y con las que acaricio o abro la puerta de mi casa. Gracias siempre. Por todo, por cualquier cosa que me ocurre. Gracias por lo que supone ser hijo Tuyo y poder abrazarte en la oración o en la confesión, arrodillado ante Ti, Padre mío, que me perdonas las continuas travesuras, la malicia, la soberbia. Gracias por esta alianza que miro ahora en mi dedo anular derecho, por bendecirme con una mujer tan extraordinaria, aquella que es camino de mi santidad en el matrimonio. Gracias por no carecer de nada realmente importante, sobre todo por esta fe en Ti, mi Dios, que logra que vea la dimensión sobrenatural de todo lo que me rodea, que logra que sienta Tu paz y Tu Gloria. Gracias por mis padres y por el Diario de Santa Faustina Kowalska y por el olor de la ropa limpia. Gracias por llamarme al Opus Dei donde aprendí a tratarte como a mi mejor Amigo y donde siento cada día con más fuerza Tu grandeza y mi insignificancia (¿qué falta Te hago yo Dios mío?). Darte gracias siempre. En todo lugar y circunstancia. En mi trabajo o en la playa, admirando la esencia, el alma de las olas que mueve Tu gracia. En la escasez o en la abundancia; o en el frecuente dolor de cabeza cuando llega el otoño. Gracias por mi cuñada María Pilar que pese al cáncer cada día sonríe con más perfección. Gracias, gracias, gracias. Gracias Señor por permitir que Te crucificaran, por donarnos Tu Sangre y a Tu propia Madre, María, que intercede, mima, habla y reina. Mira, gracias también por este par de libros de Chesterton y del Beato Newman, que me acaban de llegar ahora mismo a casa. Gracias por el alma, por las almas; gracias por los ángeles y por las nieves perpetuas y las selvas, y por las montañas y sauces (sobre todo por aquel sauce bajo el que se sentaba mi madre). Gracias por dejarme leer durante horas (bien sabes lo que me gusta), y por tener la sensibilidad suficiente para leer poemas, o pararme en seco delante, no sé, de un chopo que se incendia en hojas amarillas o de un hombre que pide limosna en la calle. Gracias por meterte en mi corazón, gracias por meterme en Tu Corazón, y hacer de las Tuyas, pese a lo que pesan mis miserias. Gracias por este regusto que has puesto en mí de Ti, por esta alegría de creerte en los detalles más nimios y escondidos. ¡Son tantas y tantas las gracias que Te debo! Sentado ante el ordenador Te ofrezco todo lo que soy y tengo, mi vida y mi muerte. Quisiera teclear palabras más confidenciales sobre Ti, más íntimas; poner por escrito un resquicio de Tu divinidad, de Tu personalidad. Son muchas las ocasiones en que me olvido de Ti -inmerso en mi novelería-, pero no me dejas, y me sorprendes de continuo con inspiraciones y sonrisas, con María+Visión o con un accidente, o con la bendición de un sacerdote, o con el abrazo de mis hijos. Abro el Evangelio de San Mateo y leo: “Todos te están buscando”. Y un poco más adelante: “(…) y acudían a él de todas partes”. Creo que no he leído nunca una definición tan exacta de la inquietud del mundo contemporáneo. Te buscan pero no saben dónde, o se equivocan de camino y tropiezan y pierden la paz y la cabeza. Tecleo palabras para que Tú se las digas a algunos de ellos, y Te conozcan a Ti y se olviden de mí. Gracias Dios mío por ser instrumento de Tu amor, por darme Tu confianza. Nada soy, pero me encanta saber de Ti, me fascina la Belleza que nos regalas. La Belleza concreta de ciertas almas santas, la Belleza de los paisajes del Pirineo, la Belleza de la poesía de Colinas o de Siles o de Miguel d’Ors (que son mis amigos, que son Tus amigos), o la Belleza de la prosa cotidiana de los deberes y exámenes, de la colada o de la compra. Sí, darte gracias siempre y en todo lugar. En cualquier sitio, haga lo que haga, pensar en Ti, amarte.
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Guillermo Urbizu
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lunes 4 de octubre de 2010
El cansancio en la familia y el destino del mundo
Lo más común hoy en día es que trabajen fuera de casa los dos: madre y padre. Y eso lo condiciona casi todo. Los hijos son listos y tienen detalles bonitos y de ayuda, pero no dejan de ser niños. Y saben exprimir la paciencia de los padres hasta el límite. Lo peor de esa situación es que degenere en frecuentes enfados y que el alzar la voz se convierta en costumbre. Todos nos cansamos. Tensión laboral, atención de los abuelos, contínuos planes con los hijos, el trabajo exigente de la casa, tiempo dedicado a Dios y a nuestra formación... Sin contar los condicionantes de salud.
En el siglo XXI hay muchas cosas que son distintas, pero otras no cambian. Distinto es el agobio social y la injusticia de tantos gobiernos para con las familias. Pero no cambia nuestro deber -pase lo que pase- de hacer de nuestros hijos almas delicadas y con criterio. No tanto con ambición material -digna pero no fundamental- como con una inquietud intelectual y un pasmo sobrenatural que les mantenga íntegros.
Merecen la pena esas pequeñas escaramuzas diarias. Sé que es fácil decirlo, otra cosa es..., y que los problemas se hacen un nudo de lágrimas y pueden llegar a angustiarnos, e incluso a hacernos olvidar que Dios está ahí para salir adelante. Somos iglesias domésticas y el amor es nuestro sagrario. Ellas deben de ser un remanso de paz. ¿Imposible? No para el que reza. No para el que lucha. No para el que ama. Debemos fomentar la oración en familia. Yo el primero. Por ejemplo la lectura del Evangelio o ir desgranando el Santo Rosario. Y nada de televisión en las comidas, o esos contínuos caprichos.
Hoy la verdadera batalla que decidirá el futuro del mundo se está librando en nuestras familias. En la suya y en la mía. Y los padres somos los verdaderos héroes, los grandes protagonistas de esta gran historia épica que Dios dirige con misericordia. No hay tiempo para descansar, y no es momento para ser pusilánime. ¡Adelante, adelante! La victoria será nuestra. Pese al cansancio.
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Guillermo Urbizu
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domingo 3 de octubre de 2010
“Oblómov”, de Iván Alexandrovich Goncharov
Para otros los análisis filológicos y estilísticos. ¿Qué hacemos en la vida? ¿Qué hacemos con la vida, con nuestras vidas? Esa es columna vertebral de la novela (que trasciende la pereza del protagonista como vicio). Iliá Ilich Oblómov no deja de hacerse estas consideraciones. Matizadas por otros personajes, como su gran amigo Andréi Ivánich Shtolz, o su gran amor, Olga Serguéievna (no desvelo más sobre dichos amores y sus consecuencias). Es preciso hacerlo, aprovechar cada segundo. El entusiasmo de Oblómov existe, pero enseguida se ve vencido por “su carácter tímido y apático”. Pero se da cuenta, percibe la magnitud extraordinaria de la vida –“¡Dios mío! ¡Qué magnífico es vivir!”-, de que hay que luchar por nuestros anhelos, por nuestro modelo de vida. “Los días luminosos no perduran, pasan veloces y la vida fluye, fluye sin cesar, y todo, todo queda destrozado de nuevo”. Sí, se da cuenta, y no para de cavilar en sus ensueños, tumbado en el diván, con su batín (que es como el uniforme de su pereza, de su congénita indolencia…). Jamás ha pasado penurias ni necesidad alguna. Su siervo Zajar está con él desde niño, y nunca se ha puesto él mismo las medias ni las botas. La realidad de ahí fuera le asusta. Pero es necesario salir de esa situación. ¿Cómo? ¿Cómo? La vida no le deja en paz y él sólo quiere descansar, tener sosiego.
La leal amistad de Shtolz casi conseguirá lograr arrancar su existencia de semejante apatía.”Dios ama el trabajo”, le dirá. O también: “El hombre ha sido creado para hacerse a sí mismo y cambiar, incluso, su propia naturaleza”. Aunque el amor de Olga será en la vida de Oblómov el clímax de una posible felicidad, la posibilidad más plausible de un cambio radical. Olga creyó que “el amor acabaría por vencer la pereza de su espíritu”. Oblómov considera este enamoramiento como un poema, como lo más grande y mejor que le ha podido suceder. “Porque la vida es poesía”. ¿Qué ocurre pues? Percibe que el poema concluirá y que él no sería capaz de hacer feliz a Olga en la vida real. Eso es lo que pasa. Y se tortura… Se ve como un ensayo previo en la vida sentimental de Olga. Pero a la vez ve que “sin ti no concibo la vida; por la noche sueño con valles llenos de flores. Cuando te veo soy bueno, activo; cuando tú no estás me aburro, me domina la pereza, quiero tumbarme y no pensar en nada…”.
Oblómov intenta levantarse, intenta salvarse, redimirse, llevar adelante los planes tantas veces pensados, soñados. Ese ideal de vida que él tiene. Y nada. Contempla la realidad desde fuera, como si él estuviera exento. E incluso hace su propia crítica social. Respecto a la vida de sociedad es drástico: “¡Vaya una vida! ¿Qué puedo encontrar allí? ¿Algo que interese a mi corazón, a mi cabeza? No existe nada en el fondo de todo eso, no existe; nada hay allí de profundo, nada que te llegue al alma. Todos esos miembros de la sociedad están muertos, son hombres más dormidos que yo”. Habla de la ridiculez de la fama, de las risas falsas, de todos los que creen estar por encima de los demás… ¿No es perfectamente actual? Y sigue más adelante: “Ni uno solo te mira con ojos límpidos, serenos. Se contagian unos a otros de angustia, de inquietud dolorosa, buscan afanosamente algo. Pero no el bien para sí y los demás, ni tampoco la verdad (…). Bajo ese interés universal se oculta la vaciedad, el desinterés por todo”. Con anterioridad, en la primera parte del libro, ya había comentado Oblómov: “Algunos no tienen otra cosa que hacer más que hablar. Es su vocación”.
Mentiría si no dijera que uno es también un poco “oblomovista”. La "oblomovitis" es más común de lo que suponemos. Pero que en ello no todo es pereza o desencanto o negligencia. Oblómov atrae al lector porque le pone ante sí mismo, y le desafía, y es natural. Todos desearíamos poder elegir con más perspicacia y detenimiento, y ser un poco como él, presentarnos sin máscaras, tal y como somos. Porque nada es lo que parece. Su amigo Shtolz le conoce muy bien y lo retrata: “Tiene una cualidad que vale más que toda inteligencia: ¡Un corazón honrado y fiel! (…) Quien le conoce, no deja de quererle”. Y es realmente así. En fin, una novela de introspección, de calado moral, donde la acción es más interior que exterior. Una novela que es una historia de amor; de amor a una vida sencilla, tranquila, sin aspavientos. Una novela magnífica, que está entre las más grandes. Así de claro.
Publicado por
Guillermo Urbizu
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