Esto de ser crítico literario te lleva a sopesar una cantidad ingente de libros. Libros que se multiplican cada mes y que te desbordan por todos los lados. Libros que -no nos engañemos- provocan un estado de contínua sorpresa, un gozo que no es fácil de describir. ¿Para qué mentir? No me agobian nada los libros, aunque a veces lo simule. Los compro, los recibo y los leo sin descanso porque necesito de ellos, necesito de esa felicidad que me procura su tacto y su lectura del mundo que todavía mal conocemos, así como la de los otros “mundos” de los que desconocemos casi todo.
Otra de las grandes ventajas que tiene la crítica literaria es que tratas con personas verdaderamente interesantes. Autores, traductores, editores… Pero las más entrañables son las que trabajan en los gabinetes de prensa de las distintas editoriales. Casi todas mujeres. Aunque hay hombres muy eficaces. ¿Verdad
Sergi (Acantilado), verdad
Raúl (Alianza), verdad
Alfonso (Mondadori)?
Estas personas le hacen a uno cómplice de novedades literarias que aparecen ahora o de las que están por venir. Conversaciones y correos no siempre sobre libros. Porque los libros llevan a la vida, a lo de cada día. Preocupaciones, familias, el verano… El trabajo se humaniza con estas pequeñas cosas. Pues aunque alguno pueda pensarlo -
mea culpa-, la literatura no es el centro del mundo. Pero ¿ verdad que está muy cerca de serlo?
Hace poco hablaba con
Elena Blanco, de Seix-Barral. (
Laia, no te olvido). Atenta como siempre, y una gran profesional. Este septiembre la verdad es que lo tengo difícil con esta editorial, que tan sabiamente dirige
Pere Gimferrer. (Lo digo: su último libro,
Amor en vilo, es una gozada poética, donde el amor se expande en versos de extremada calidad). Pero iba comentando que este septiembre los títulos que publica Seix-Barral no tienen desperdicio. Nueve libros nueve. De ellos quiero destacar… ¡todos!
Literatura de primera son
El hombre del salto, de
Don DeLillo (el 11-S y s

u tragedia encarnada en el sufrimiento de unos personajes que fueron personas que todos vimos; el dolor como terrorismo y redención; el terrorismo como desquiciamiento del alma; la literatura como redención de la Historia), y literatura de primera es
El aliento del cielo, de
Carson McCullers (si a usted le gusta la obra de
Flannery O’Connor -la otra gran dama de la literatura del Sur de los Estados Unidos- debe paladear estos cuentos y relatos breves de
McCullers; sus descripciones de la soledad y de las pasiones humanas son estremecedoras, así como el muestrario de injusticias sociales y su drama).
Pero a estos dos títulos no le van a la zaga la biografía sobre
Melville, de
Andrew Delbanco;
M/T y la historia de las maravillas del bosque, del Premio Nobel japonés
Kenzaburo Oé;
El olvido que seremos, del colombiano
Héctor Abad Faciolince;
Angelica, de
Andrew Phillips (según mi mujer esta novela es excepcional, dice que le cautivó en la librería); el best-seller francés
La elegancia del erizo, de
Muriel Barbery;
El ladrón de arte, de
Noah Charney; y en esta auténtica catarata de obras sobre la figura de
María Antonieta, nos llega ahora
El diario secreto de María Antonieta, de
Carolly Erickson, una novela histórica en la línea intimista y familiar de
La nodriza, de
María Vallejo-Nágera (Ediciones B).
Ya ven, hay para elegir. Yo comenzaría por DeLillo. Y gracias Elena, en lo que te toca.